No es raro, entonces, que nuestro grupo constituyera una pequeña piedra de escándalo. Tampoco lo es que en aquella época, hace más de 34 años, yo polemizara con la narradora Ana María Simo, de las Ediciones El Puente, donde se agrupaba otro sector de la generación literaria a la que pertenezco. El Puente había publicado un buen libro de relatos de la propia Ana María, y también poemarios de Nancy Morejón y Miguel Barnet, entre otros autores, y era en cierto sentido lógico que chocáramos por motivos de autoafirmación y celos literarios. No obstante, recuerdo con desagrado mi participación en aquella polémica, que tuvo lugar en La Gaceta de la uneac. No porque haya sido más o menos agresivo con otros escritores, sino porque en mi requisitoria mezclé política y literatura e hice mal en ello; lo reconozco y pido excusas a Ana María Simo y a los otros autores que pudieron haberse sentido agraviados por mí en aquel entonces. No obstante, y como es sabido, la historia es el territorio ideal de las paradojas; así, Raúl Rivero, fundador de El Caimán Barbudo y autor de algunos de los más deliciosos epitafios producidos en el seno de nuestro grupo, es hoy por hoy el más importante periodista independiente y uno de los más profundos poetas de Cuba, por lo que la dictadura lo hostiga hasta el delirio, mientras que Miguel Barnet, uno de los autores emblemáticos de El Puente, actúa como tambor mayor de Castro.
(El fin de otra ilusión, Encuentro de la cultura cubana, Nos. 16/17, 2000)
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